Órganos
Reguladores
Una regulación eficiente alinea los incentivos de las empresas para proveer servicios o productos de buena calidad y a precios competitivos, incluso cuando no existan condiciones de competencia. Para lograr una regulación exitosa es necesario contar con órganos reguladores equipados con las herramientas necesarias para cumplir con sus mandatos. Desde su surgimiento, los órganos reguladores en México presentan serios problemas de diseño institucional, debido a que fueron colocados bajo un sistema legal poco flexible que no es compatible con su naturaleza. La falta de transparencia es otro de los retos a los que se enfrentan en la actualidad los órganos reguladores en el país.
Durante las décadas de los 80 y 90, la economía mexicana pasó por un proceso de apertura y liberalización que implicó el desmantelamiento de monopolios que estaban en manos del Estado. Los órganos reguladores para los sectores privatizados –como telefonía y televisión- fueron creados como una medida para corregir las fallas de mercado y asegurar la eficiencia en estas actividades recién abiertas a la inversión privada.
Adicionalmente, existen sectores que, por no estar abiertos a la inversión privada –como el energético- o ser estratégicos para el desarrollo del país –como el financiero-, son regulados para asegurar su buen funcionamiento. Por último, la regulación también juega un papel social, en sectores como el de transporte o salud, para garantizar la seguridad de los consumidores.
Es por esto que la falta de reguladores equipados técnicamente, con recursos y facultades para cumplir con sus objetivos, no sólo se traduce en mercados concentrados, sino que también implica un riesgo para la integridad de los ciudadanos. El fortalecimiento de los órganos reguladores es la mejor manera de asegurar que se corrijan las fallas de mercado derivadas de una concentración o de la existencia de monopolios estatales o naturales, sobre todo en mercados clave.
Existe un gran debate en cuanto a qué estructura institucional deberían tener los órganos reguladores para asegurar que cumplan con los objetivos planteados.
El diseño institucional óptimo varía con cada un regulador y depende del entorno específico. Sin embargo, como mínimo, todo regulador debe contar con cuatro elementos básicos: mandato y atribuciones, autonomía, recursos humanos y materiales además de mecanismos de rendición de cuentas. Dichos elementos a su vez, se materializan mediante arreglos institucionales específicos, algunos de los cuales deben plasmarse en la ley.